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domingo, 13 de noviembre de 2022

ARTILUGIOS PARA OIR CANTAR AL BUHO






Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Voy a prepararte una sopa mágica; de esas que evocan el regazo de mamá. Sopa de queso y puerros para recuperar tu sonrisa de niño. Empápate los labios con los sabores de mi alquimia, que luego tendrás mis turgencias, para lamer y succionar tus otros apetitos a costa de mi devoción. ¡Tómame toda! ¡Invádeme! ¡Sométeme! Que en tu arremeter me apodero de ti… Si en este momento te preparara sopa de lagartijas, con placer la comerías…


¿Sabías que alguna vez el Sol y la Luna hicieron el amor, como acabamos de hacerlo tú y yo?


“Fue en el inicio de los tiempos cuando, tan memorable cópula ocurrió. Ambos, desobedeciendo a Dios, bajaron a la tierra. y sobre ella dieron rienda suelta a su pasión. Satisfechos sus deseos, el Sol quiso refrescarse en las aguas del mar; más este fue traicionero y el Sol se ahogó. La Luna lloró por siglos su desdicha, hasta que el Dios del firmamento, apiadándose de ella, le dijo: -Te devolveré a tu amado, pero cada atardecer volverá a morir. El día será para el trabajo y por las noches, mientras lloras tu diario duelo, tu luz alumbrará a los amantes. Ustedes enseñaron al humano a amar, ustedes se turnarán para iluminar sus dichas y desdichas”


Voy a prepararte más sopa mágica. Sopa de queso y puerros; más aunque fuera de lagartijas, igual, con placer la comerías, pues me amas y deseas mis turgencias para lamer y succionar tus otros apetitos…mi Sol.



 (Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


sábado, 12 de noviembre de 2022

AFRODITA Y LOS JARDINES PARA EXTRAÑOS




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)



Siempre vienen a visitarme estas criaturas con cabeza de engranaje. Vienen trayendo sus propios paisajes y con prepotencia reemplazan los míos. Invaden mis realidades.

En este momento están aquí. Me han sumergido en lo que sería un sub-suelo cuyo techo es una especie de alfombra, sobre la que existe un mundo cubierto de maizales y pastizales.

Aquí debajo todo está en penumbras débilmente alteradas por esa lucecita que se cuela a través del único resquicio, justo sobre el espacio en que me hallo sentado.

Las criaturas no me hablan, pues carecen de bocas. Tampoco sé si me miran; no les veo órgano visual alguno. Sobre sus cuerpos de niño sólo hay esos discos metálicos con los bordes dentados. Vinieron y están aquí por mí. Los discos sobre sus cuellos siguen minuciosamente la dirección de todos mis movimientos, como si fueran antenas receptoras de mis signos vitales.

Deseo mirar hacia afuera, a través de la abertura. Intuyo que allá afuera el aire no está tan enrarecido como aquí dentro ¡Sí! ¡Echaré una ojeada!

La alfombra-piso cede ante la presión de mis manos, y ahora puedo ver al detalle el esplendor del exterior, con sus maizales, sus pastizales y sus ruidos. Es un mundo real, normal, coherente. Sólo la presencia de ella se manifiesta como un exabrupto; como una figura arbitrariamente pegada a una realidad a la que parece no pertenecer.

Su desnudez es deliciosamente inquietante. Cada centímetro de su piel es una incitación a las caricias. Va y viene con paso lento mostrando la gracilidad de sus piernas; bambolea sus nalgas, y sus labios no dejan de sonreír. Las criaturas con cabeza de engranaje están agazapadas tras de mí. Ahora su atención está fijada a los movimientos de ella.

El hada se sentó sobre un montículo, y como por arte de magia, aparecieron dos avecillas de madera impulsadas por unos motorcitos que emiten un débil ronroneo, mientras juguetean entre los cabellos de la ninfa.

Yo volteé para mirar la reacción de las criaturas con cabeza de engranaje, pero estas ya no estaban. Entonces volví mi mirada hacia el lugar donde yacía el hada, y esta también había desaparecido. La realidad alternativa en su totalidad, se había esfumado.

Mi realidad ha sido retomada. Mi sillón… yo, los barrotes… el letrero con la palabra "Manicomio" inscrita en el, y la nada como única compañía... hasta que las criaturas con cabeza de engranaje decidan retornar con un nuevo paisaje, a invadir con su prepotencia mis realidades.



 (Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


viernes, 11 de noviembre de 2022

ACEITES PARA LA VIGILIA




Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.


  (Derechos de autor, protegidos)


-Dime ¿Porqué permitiste que tu padre abriera tu cráneo y jugueteara con lo que tienes allí dentro? ¡Si sabes cómo es de distraído y olvidadizo! Ahora que desordenó tu cordura, serás parte de esa legión de errantes sin sosiego que vagan descalzos pisando las espinas del camino. O serás otro Ángel demente de los que reconocen su par etéreo entre los vericuetos de las cavernas del destino ¡Y todo por un tornillo mal puesto! O una tuerca olvidada…

*¡No es cierto, yo nací así! Hechicera por ti, y Ángel por ese orate divino que nos mira asustado desde su rincón, pensando que, quizás, la fantasía que me heredó pueda ser áspera.

-¿Y ahora dónde vas? ¿No sabes que los martes las niñas no deben usar botas, ni el color verde en los cabellos?

*Algo me dice que alguien que no conozco ni me conoce aguarda ansioso mi llegada, y no quiero ser impuntual. Ambos nos reconoceremos, pues llevaremos un periódico de pasado mañana en la diestra. Viviré una vida con él, y luego vendremos juntos para la cena. Guárdanos unos panes, pues hacer el amor siempre abre el apetito.

“Ella venía de Magdala, y él del otro lado del río. Ni bien se vieron, corrieron a abrazarse… Y fue entonces que hablaron la misma lengua”.



 (Pieza única. Año 2014. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


domingo, 3 de noviembre de 2019

DIALOGO CON LA LOCURA


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)






Tu despertar fue aquí, en esta burbuja bendita donde la Ataraxia es dádiva por defecto, la ausencia de temores y necesidades. Puedes estar de cabeza y estás cómodo. La temperatura siempre es la ideal y tu alimento fluye por naturaleza… ¿Acaso es la sucursal del idealizado Cielo?

 

Han transcurrido treinta y seis periodos de siete días y de pronto tu paz se quiebra; todo vira hacia el caos. La burbuja que te contuvo ahora se estremece en violentas contracciones que estrujan tu ser: -¡Te presento al Dolor!- El espacio mismo te aprieta; no comprendes el afán de esa fuerza por desalojarte de tu Cielo.

Sumado al empuje que te está desalojando, otra fuerza proveniente del exterior sujeta firmemente tu cabecita y tira de ella con violencia, como si quisiera arrancarla de tu cuerpecillo. Ahora estás en un mundo nuevo; quizás frío, quizás caliente, pero indudablemente cruel, doloroso, hostil. No puedes respirar. Por primera vez te hallas cara a cara con la muerte: -¡Te presento al pánico!- No entiendes porque te hiciste merecedor a padecer esto.

Un golpe seco, con inusitada violencia se estrella contra tus nalgas. El dolor es intenso, aunque sirvió para desbloquear tu respiración. Estas jadeando, respiras sin ritmo; tu pecho, tu cabeza, tu alma misma parece querer estallar. Se te hace obsesivamente necesario el recuerdo de tu burbuja, la anhelas, extrañas su tibieza y su aroma ¡Si. Necesitas su aroma! Pero te están alejando de su ansiado olor; más lejos, cada vez más lejos: -¡Te presento a la soledad! Al abandono que aprieta, hiere y mata.

Es demasiado sufrimiento junto, es una tortura in crescendo que no cesa, deseas desaparecer, que todo culmine: -¡Te presento a la locura!- Ella será el mecanismo de defensa al que podrás recurrir cada vez que debas enfrentar lo insoportable.

¡Esto es la vida! ¡Acabas de nacer, maldito Demente!


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


ESCALERA PARA UN SUEÑO


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)






En esta burbuja en la que habito, siempre sobran cosas. Hay en demasía pues yo mismo las creo, ya que inventé este santuario para que nunca escasee nada. Sólo una vez fue profanada debido a mi incapacidad de fabricar amor, entonces opté por traerlo del exterior.
Quien vino transportándolo, tenía las manos vacías. No tenía alforjas, sus bolsillos no contenían nada, sólo poseía algo que jamás había visto, algo que yo desconocía: una dulce sonrisa que me ofreció y recibí gustoso, asombrado además… nunca había visto una sonrisa que aflore desde el alma e irradie a quien se aproxime a ella.
La extraña propietaria de la sonrisa, me imploró:
-Nunca dejes que mi sonrisa se borre puesto que el amor soy yo… y si el amor deja de sonreír, llora… y si llora, fenecerá de dolor…
“Y DIOS HIZO EL AMOR” 


 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


sábado, 2 de noviembre de 2019

PERDÍ MI LUCIÉRNAGA CELESTE


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)






Pasaron días, pasaron noches; hubo días soleados, pero más de los otros… sin embargo, la luz no pronunció palabra alguna. Hay veces en que las lágrimas son desplazadas por la razón, entonces es el momento de virar el rumbo y buscar esa misma voz, pero en otros labios.




 (Pieza única. Año 2013. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


ESCOGE EL PAISAJE PARA TU EQUIPAJE

Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)






Caja que encierra, caja que asfixia… caja que atrapa.

Caja de lamentos, caja fétida… caja de repulsiones.

Caja pequeña, como confortable ataúd de convicciones.

Caja negra que se contrae y reduce estrechando tu espacio.

Caja que puedes desechar para recuperar viento y tiempo.

-¡Sal de allí! ¡Saca tu esencia del sepulcro, cuentero!

Afuera hay un alma corriendo entre lobos ¿No piensas darle alcance?

No quiero echar tierra sobre tu fosa, quiero verte salir trotando.

Esta pala la usaremos para construir un puente hacia el Oeste… no para enterrar tus sueños-.


 (Pieza única. Año 2011. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


ULTIMO PARADERO A LA DERIVA

Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)






Niño, niña, duende o lo que fuere, no se separaba de mí. Si caminaba, esa cosa caminaba. Si me detenía, esa cosa se detenía. Esa enorme boca que ocupaba casi la totalidad de lo que sería su rostro me preocupaba… me inquietaba…pero no había otra cosa con vida en la solitaria carretera, y me fui acostumbrando a su compañía.

El cielo, el piso y la carretera tenían coloraciones grises verdosas, aunque cada cierto tramo se veía el tenue resplandor amarillento de unas iluminaciones provenientes de la nada. El paisaje era agobiante. A lo lejos vi que algo raudo venía por la carretera. Cuando llegó hasta mi ubicación pude ver que era una pequeña caja de madera, como una pequeña tina. Subí a ella y me senté con las rodillas recogidas. El pequeño monstruo también subió, se puso a mis espaldas, de pie y cogido de mis hombros.

Moviendo mis caderas de atrás para adelante repetidas veces, logré poner en movimiento mi caja móvil. La carretera en pendiente hizo el resto y la aceleración fue en aumento. Ahora íbamos a gran velocidad, deslizándonos como por un tobogán, hasta que un foso se cruzó en nuestro camino y caímos aparatosamente en él. Me puse de pie y me estaba sacudiendo el trasero, cuando vi que un tipo sentado en un borde del foso nos observaba.

Intrigado por su presencia, me quedé observando. Entonces, ante mis ojos se duplicó. La réplica de aquel inesperado personaje saltó hacia el foso y vino hacia mí amenazante. Me puse en guardia, medí las distancias y cuando lo creí conveniente, salte sobre él, derribándolo. Me senté sobre su pecho e intenté ahorcarlo, pero el replicado se echó a reír a carcajadas, ignorando mis esfuerzos por asfixiarlo. De pronto todo se iluminó. Volteé hacia el lugar de donde provenía la luz. Ante mis ojos había una multitud, sentados frente a una mesa repleta de bebidas, carnes y potajes que la muchedumbre empezó a engullir. Conforme iban comiendo, se transformaban en bestias cada vez más repugnantes que tragaban y babeaban embarrándose en saliva y desperdicios de comida y bebida. Y en medio, abrazados, el tipo que se replicó y el monstruito de amplia boca que me acompañó hasta allí, reían a carcajadas.

Sentí pánico y quise salir corriendo de aquel lugar, pero cuando me dispuse a correr descubrí que todas las vías eran un enmarañado de toboganes, como si fueran venas y arterias de una gigantesca bestia. A partir de ese día no he vuelto a dormir al filo de mi cama. Me acuesto al centro para no volver a caer a la verdosa carretera.


 (Pieza única. Año 2012. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)

SEMILLA DE DIOSES






Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)




Vinieron desde allá. Cuando llegaron, andábamos en cuatro patas y éramos “Un proyecto de Plenitud”. Ellos irguieron nuestros cuerpos, inquietaron nuestras almas, nos deslumbraron con el libre albedrio; mas, rebajaron nuestra esencia a “Un proyecto de felicidad. Ellos sembraron en nuestras mentes el temor a la muerte.

 

¿Sabes por qué, cuando andábamos a cuatro patas no rezábamos plegarias?... ¡Porque no temíamos morir! …Sentíamos dolor, pero jamás presagiábamos nuestra muerte.

 

Ellos metieron sus dedos en nuestras bocas y nos hicieron probar de la ilusoria utopía llamada felicidad. A partir de ello vivimos buscando alcanzarla, sin conseguirlo jamás; pues la felicidad es inexistente. Sólo es un coqueteo, una sonrisa superficial.

 

Vinieron desde allá, dejando a su paso una estela de mundos depredados y colapsados, y hoy están aquí culminando la depredación del nuestro, mientras esperan el colapso para huir en busca de otros horizontes

 

¡Quiero volver a mi andar en cuatro patas! ¡Quiero retornar mi esencia a “Un proyecto de plenitud! ¡Quiero hallar al Dios verdadero dentro de mí…! ...Porque lo intuyo…Porque tiene lógica: Si somos hijos de Dioses, pues tenemos sangre divina… ¡¡Entonces también somos Dioses!!


 (Pieza única. Año 2012. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)
           

jueves, 12 de septiembre de 2019

NUBARRONES DE CORDURA


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)




Vino desde allí y va hacia allá… La sombra que proyecta sobre el piso jamás se borra, A su paso va dejando cicatrices en la mente de quien la mira. Sus senos amamantan a los hijos de los hombres con dolor, deseo, soledad y angustia; quien prueba de su sexo se inventa el temor a perderla y aunque su aroma es un constante olor a muerte, casi todos la desean.

Se detuvo aquí y no quise mirarla; previamente cosí mis parpados, no vi nada pero el aire se llenó de su sedosa piel blanca, lampiña y apetitosa; no vi nada pero escuché los cánticos de quienes se inmolaban siendo aplastados por su cortejo; no vi nada pero la oí reír con esa risa de burdel que dista de plantear alegría y a cambio propone satírica burla.

Cuando rompí las costuras de mis ojos pude ver las andas alejándose y sobre ellas a la Redentora. Se auto-complacía con caricias que recorrían sus partes más íntimas, sexo que supo, con generosidad entregar… más también ella deseaba proporcionarse gozo y de sus entrañas extraía doradas monedas que arrojaba dejando a su paso una estela de tentación. Intenté recoger unas de esas monedas pero estas quemaron mis manos; entonces di media vuelta y caminé en sentido contrario.

Ahora re-ando lo por ella caminado y con estas manos chamuscadas devuelvo la visión a los ciegos, sano heridas y hago caminar a los paralíticos. Ellos vienen tras de mí pues saben que aunque no haya agua, si los toco, lavaré sus recuerdos; y del paso de la Redentora nadie volverá a hablar jamás pues en mi rebaño sembré la amnesia eterna.

Bien, queridos alumnos, la historia que les acabo de narrar está aquí, en este gran libro incapaz de contener ni una letra, pues todas sus hojas están y estarán en blanco por toda la eternidad. Gracias por su atención…



 (Pieza única. Año 2012. Medidas: 80 X 52 cms. Precio $.600 dólares americanos)


MI PECADO ES TU AROMA


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)






Cuarenta veces soplaron las trompetas del sur, y sólo quedaba esperar que manara miel de las rocas. Fascinados los amantes arañan sus ropas, las van rasgando ante la estúpida ventanita cuyo único signo vital es su imprudencia. Mientras, el sofocante bochorno hace lo suyo derritiendo los ávidos cuerpos; cuatro muslos empapados de urgencia; cuerpos toqueteándose, queriendo aliviar el peso de sus entrañas; invadir y ser invadido, entregar dádivas y recibir bendiciones.

-¿Acaso es tan interesante la luz?

Dejémoslos que hablen; nunca verán cuánto se iluminan los cielos ante los brotes del convexo, jamás imaginarán el perfume del cóncavo, únicamente habrá la sospecha de que ambos levitaron mientras las trompetas del sur soplaban cuarenta veces.




 (Pieza única. Año 2012. Medidas: 80 X 55 cms. Precio $.600 dólares americanos)

     

MELODY ZEPP


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)





La vez anterior, vino emergiendo de entre la oscuridad, con una apariencia de dulce anciana. Entre sus manos traía algo que despedía una tenue luminosidad verduzca, la cual se colaba por los resquicios de entre sus dedos. Entonces me hablo: -¡Aquí tengo lo tuyo!- Luego empezó a retroceder a la vez que se desvanecía. Se fue así como vino, con pasos de viento…

 

Anoche fui nuevamente a su encuentro, pero esta vez me asaltaron las dudas… y las dudas no son valederas para un guerrero en batalla. Ya estaba ella dentro de mí; y me acarició, y alimentó mi desbordada fantasía con visiones traídas de otros planos, mas las dudas persistían en martillar mi razón…

 

Y entonces se desató mi tortura. Los demonios fueron liberados; los vi y los sentí danzando a mi rededor. Aguijoneaban mi cuerpo y mordisqueaban mi alma intoxicándome con angustias y pánicos que creí superados. Quise pararme y gritar, implorar por ayuda, correr, huir; o mejor morir en ese instante y aliviarme del suplicio…Pero me mantuve sentado. Soy lobo, soy devorador de pánicos, pero también soy humano y sé pedir perdón… El lobo estaba orando mientras vomitaba y lloraba sin cesar. Vi materializarse a la carrera, a una horrible niña viniendo hacia mí, chillando y amenazándome con un largo objeto punzante, mas cuando me lo iba a clavar, se desvaneció.

 

-¡Abre la boca! ¡No aspires, sólo mantén abierta la boca!-

Me introdujeron una cerbatana en una de las fosas nasales y por ella me soplaron un polvo burbujeante, invasivo y desesperante, pero con sabor esclarecedor, luego repitieron la acción en la otra fosa nasal. Antes de irme pusieron en mi mano derecha una papa, aún con la tierra de cultivo impregnada en su cascara, y me dijeron: -¡Camina. Allí viene tu paz!-

 

Ustedes también son buscadores, por ello intuyen de qué estoy hablando...





 (Pieza única. Año 2012. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)


LUNA DE HIEL EN EL MARAJO


Ilustración y prosa de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)





Desde tiempos inmemorables había estado allí. Al amparo de su sombra fue que el ánima del viejo Enrique, entre humaredas de hashish se les apareció a ese par de niños locos para entre risas anunciarles la muerte de la madre de Tawapara. Fue bajo su follaje, que Vicentico se ocultó para vestirse con aquel ridículo disfraz de lagarto, que llevaría por el resto de su vida mientras peregrinaba por el mundo repartiendo sus caramelos envenenados de fantasía. Fue de entre sus ramas que, en los albores de la humanidad, descendió el primer par de amantes que interactuó con los venidos de las estrellas. Muchos de los acontecimientos más relevantes de esta comarca triste y fantasmal, se gestaron al pie de este árbol milenario, ahora sin hojas y sin sombra que proyectar.

 

Un día, proveniente de algún sueño afiebrado, a los pies del viejo roble, se materializó un iluminado; mezcla de druida, orate, mago y artista. Tenía una encantadora sonrisa y la mirada estúpida, pero limpia, como la mirada de aquellos seres incapaces de entender lo más elemental.

El viejo árbol pareció contagiarse de la alegría que irradiaba el recién llegado, e inexplicablemente empezó a coparse con el verdor de renovadas y lustrosas hojas.

Una creciente multitud de curiosos ávidos de creer en algo, fueron agolpándose alrededor del roble para ver su milagroso reverdecer y observar de cerca al iluminado, quien con su saliva iba tejiendo unas tupidas esterillas, que luego de secarlas al sol, usaba para garabatear en ellas, símbolos y figuras extrañas. Como tinta utilizaba una mezcla de sus propias lágrimas y tierra, aplicándola con su dedo índice derecho.

Nadie se iba del lugar sin llevar, aunque sea uno de los peculiares lienzos garabateados que el recién llegado obsequiaba con entusiasmo, sembrando con ello más y más sonrisas entre los asistentes. Especialmente las mujeres estaban auto-convencidas que aquellos símbolos tenían poderes curativos contra los males de amor y las heridas del alma. La comarca en pleno ahora rebosaba de alegría, contagiada por el brillo del recién materializado. Muchos se acercaban para tocarlo y untarse los dedos de las manos con su sudor.

El iluminado jamás descansaba, nunca dormía… tampoco se alimentaba. De sus espaldas había brotado algo parecido a raíces que se adhirieron al milenario roble; al parecer de esa manera parasitaba la energía vital del árbol.

Una mañana, todo varió. La multitud arremolinada ante el viejo árbol había desviado su atención hacia la repentina aparición de una hermosa mujer de piel color turquesa que, con total desparpajo se exhibía desnuda, mientras gruñía amenazante a quien intentara acercarse al iluminado. Esta agresiva manera de reclamar exclusividad dio sus frutos. Entonces, ya nadie pudo acercarse… Ya nadie pudo tocarlo, ni tampoco recibir de sus manos las esterillas garabateadas.

Poco a poco la multitud fue perdiendo el interés, hasta ignorar por completo al viejo roble, al iluminado y a la agresiva mujer con piel color turquesa. Ella sonreía satisfecha al ver logrado su egoísta objetivo, mas el iluminado no cesó de llorar por cuarenta y dos días con sus respectivas noches.

La comarca volvió a sumirse en su triste y fantasmal aspecto. La ilusión del iluminado que repartía sonrisas y alegría se había esfumado…

Al cabo de las seis semanas, el iluminado arrancó con sus manos los apéndices con forma de raíces, que lo conectaban al roble, y tal como vino, se fue en silencio.

El milenario árbol perdió sus hojas y paulatinamente fue secándose hasta convertirse en un leño inerte.

Inútil resultarían las caricias y lágrimas incontenibles con que la mujer de piel color turquesa, desesperadamente lo regaba intentando reverdecer lo ya concluido.

 

“Hay destinos que jamás debieran cruzarse, aunque la vida parezca permitirlo”


 
(Pieza única. Año 2012. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)